lunes, 26 de diciembre de 2011

La música.

Y el canto nació en el cielo,
Como no podía ser de otra forma.
No sabríamos escuchar de otra forma
ni encausar el rumbo certero en otros blancos.

Por no silbar las notas salen con otro color.
Se acompañan de palmas que despiertan el alba;
De inciertas notas de un conjunto de cuerdas.

Alguien nos mira, nos aguarda y nos siente a lo lejos. Como si quisiera acechar a una presa inexistente, a una presa que mientras más de cerca se mira, más grande se vuelve hasta saber que no es presa sino predador.

Predadores del fuego, que bien sabemos
abre las puertas del averno.
Fuego en mi muñeca. En mis manos.
Fuego negro en tus ojos.

Así no es como el blanco y la flecha se miraban antes de realmente encontrarse en el pétreo cielo; ni como los palmípedos aplaudían antes de unir tempo.

Así no es como yo venía caminando hasta ahora.
Porque no podía recordar
como era bailar en el silencio,
con los ojos cerrados y los oídos abiertos.

Así no es como te acompañaron las estrellas
antes,
estrellas de carácter simbólico,
hoy
de carácter puntilíneo.

Así es como se escribe la letra y la música de una sinfonía de versos puestos a merced de una noche fugaz y fugitiva. Y aunque al final de sus obras el asaetador dispare, en su carcaj filosas saetas esperan ser desenfundadas para quebrarnos al medio, otra vez.

La almenara se hace ver. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Un par de generaciones atrás

Nota preeliminar: Esta parte no estaba dentro de los planes pero todavía no envié la carta y quiero compartir algo más con vos.




            Primer día del mes de diciembre en Resistencia, Chaco y yo con una campera que hace un tiempo me prestó el tan querido Martín.
            La ciudad entera duerme, cada tanto aparece un motor, como justo en este momento. Pero luego ya no suena nada. Se acaban de ir los pibes, como hacían los hombres tiempo atrás. Comimos todos juntos, hablando poco, diciendo lo justo.
            Se me ocurre pensar que antes era así, se comía, se contaban y cantaban las penas y alegrías, se jugaba a la loba e ingería  algún alcohol. Todo eso ocurrió esta noche. Sigo con esta sensación de que nuestros abuelos vivían así y es increíble sentir que no pasa un auto por la calle, que nadie afecta la calma. Que las perras duermen en la cucha y las hermanas tibias en sus camas mientras frío aquí afuera es reconfortante después de varios días de intenso calor y trabajo pesado. Pienso otra vez en mi tata al decir trabajo pesado.  Pienso en lo diferentes que somos vos y yo, en nuestras distancias, todas ellas. También pienso en nuestras cercanías. No podría responder la pregunta que en este momento me formulo.  Pero hace frío, estoy en el mundo de mis abuelos, estoy solo con esta hoja, con vos cuando la leas, que es ahora para vos pero mañana para mí. Que estoy en lugar y tiempo diferentes pero eso quiere decir que los hombres quizás puedan transcender esos planos de alguna manera.



            Puras charlatanerías mirá. Mañana saldré a buscar lacre para esto que algún día leas.

Malsonante

               Mañana. RUIDO. Mi poca, casi nula, tolerancia a “León” el mantonegro vecino. En este momento se guardó para sí el ladrido, puede que lo distraigan mis letras que dicen calma a las fieras. Pero no va que pasa un instante y el estrépito vuelve a irrumpir en la habitación y se escabulle en los vértices. Está ahí pero no me deja agarrarlo, se me burla. ¡Que lo parió! Lo que daría por un poco de silencio, por que la gente lo entendiera o al menos lo respetara. Lugar temido por la sociedad que se asusta al pensar que allí falta algo, que está inconcluso, por ser difícil de conocer o nombrar. Hete aquí que las distancias se ahondan, porque claro está, es preferible el mal sonar de parlantes con su música malsonante reproduciéndose a todo volumen en la calle o dentro de tu coche a el mal sonar de la memoria, la duda o la reflexión.