viernes, 24 de junio de 2011

      

             Me preparé para un café bien espumoso, pero no había. El azúcar estaba en la taza esperado a ser mezclado. Le dí un saquito de té negro que ahora humea, aunque no sea  humo, en la taza. Taza que me calienta las manos congeladas, cuando la tomo con ambas en buena posición de agradecimiento por el calor.  Hoy me levanté frío y quizás no tenga mucho para decir, nunca tenga mucho para decir.





            Encontré un par de pentagramas anoche en mi cabeza, me levanté de la tibieza de mi cama cubriéndome el regazo con las frazadas para que la helada madera que saldría del placard no me doliera, me levanté en oscuridad, saqué el estuche en oscuridad, afiné en oscuridad y apareció la luz de la pétrea Cuncumén, de su flor de nácar.







            A razón de una pregunta por cada día que pasa, me encuentro solo frente a estos dos símbolos:   ¿?      Cuncumén y alguna de mis catáfilas próximas a la superficie me miran raro, como si no estuviera caminando por donde debo… por donde debemos, perdón.   A veces me excuso,  o invento algo para salir del paso, que lo que hago me servirá después… cuando salgamos a poner en jaque a un par de reyes. Armaduras, espadas, que se yo. Ellos piensan afilar la daga en otra herrería. Y qué más puedo decirles, si ya sentaron sus bases, si ya justificaron mis errores, si ya tiraron a la mierda mis preguntas.  Será cuestión de ver quien domina para sí mejor el tiempo, quién de nosotros lo pone a su disposición.




            TIEMPO. ¿Qué carajo es eso?









Foto: Maqui Gómez Scolari ] 

jueves, 16 de junio de 2011

Nunca dije esto







         Soy el hombre debajo del Árbol del Trueno, tengo una libreta  de unos 20x30cm. más o menos, sin cantidad contable de hojas.  Suerte que tengan renglones porque suelo ser desprolijo y al escribir  mi pulso lleva hacia los bordes superiores a las pobres letras. Las escribo con una lapicera negra, de tinta espesa y trazo grueso. A veces tengo auriculares o lágrimas o pies cansados, pienso que debería ir con crayones alguna vez.
         No recuerdo exactamente cuando ese Gigante me encontró, desde niño caminé por su tierra,  su suelo que tan chico le queda. Una hectárea cercada de calles y una avenida. Pero se me habrá escondido  o lo que tenía para decirme sería un tanto incomprensible a esa edad, quizás lo susurró como para que vaya yo adaptando la oreja. Tiempo después lo encontré y su corteza alguna vez lisa empezaba a quebrarse, a perder capas, el tiempo suele hacernos eso. Un día apareció con un tatiaje, algún pobre tipo se lo hizo sin que él quisiera. Es que no sabe defenderse, además intuyo que somos pocos los que escuchamos sus palabras. 
         No se bien cuando fue, pero nos encontramos... él era un trueno cargado de música y yo interpreté esa ópera como pude o como supe, sólo tengo seis cuerda, dos manos, oído y aire. Un alma.  Al tiempo una noche pasé a saludarlo, me quedaba de camino a casa y quise fumarme un cigarrillo mientras lo escuchaba charlar con el viento. No volví más a casa, me quedé cantando ahí con ellos.   
         Esta es una manera de (exteriorizar que le dicen) alguna de las cosas que charlo con él y quien más quiera estar con nosotros. O las que hablo conmigo mismo mientras él me acaricia.   Si algún día se lo cree ver no habrá más que escuchar para adentro y conjugar la imagen con el sonido que produzca. El trueno que ensordezca el instante. 

martes, 14 de junio de 2011

Flores de Baúl







   














Aflora en mí la humeante incertidumbre,
espesa como un neumático ardiendo.
Nauseabundo me muevo entre muertos
y a quién darle la mano no encuentro.
Apestan las palabras de la gente
queriendo mostrar osadía.
Apestan los pétalos de sus Flores de Baúl


¿Por qué tenemos que andar
camuflados entre la gente?


Me pesa tanto su automático transcurrir
como la mochila de libros inservibles.
Domésticos mamarrachos
con sus dióxidos de carbono,
sus rubias de plástico,
sus musculosos de plástico.
Sus hijos, pobres, de plástico.
Falsos viajeros de 5 estrellas.
Aspirantes de la superficialidad.
Los detesto tanto, insulsos.


¿A quién abrirnos
cuando pintan la vida de gris,
cuando se pintan la cara, el traje,
los días de gris?


Cuánto tardamos en abrir los ojos
romper la comodidad del sofá,
y desenmascarar al payaso
que se burla de nosotros.
No ríe ni dibujada la lágrima tiene.


Nos arden los ojos rojos
de llorar la desgarradora idea
de perdernos entre ellos
o de siempre saber que estamos solos.


  
¿A quién gritamos? si estúpidos
sordos hacen muecas de satisfacción.





Nahuel López Pontón.



lunes, 6 de junio de 2011

Carta a los de los palos más largos.

Señores:



            Voy a intentar ser claro y conciso,  grandes pensadores siglos antes que nosotros les escribieron, no por ello deben sentirse alagados. El hecho de que no los hayan entendido o ignorado no les da derecho de sonrisa ingenua. Nosotros hoy les escribimos.
            Se saben dueños del moviemiento de las cosas en este mundo, no dudamos de que sepan muy bien ser “el marionetista”, tampoco dudamos de que con una mirada entre ustedes integrantes de la mesa larga interminable, con sus estadistas, sociólogos adeptos, psicólogos, marketinistas, matemáticos, financistas, y demás mascotas puedan definir quién además de ustedes, señores, coman hoy o mañana en el mundo. Entendemos a que juego hacen trampa. Pero existimos de todas maneras, a pesar de su ceguera infranqueable. Nos ponen bajo mil nombres diferentes, todos nombres bajo los cuales nos sumergen en chalecos de fuerza, aunque sepan, que no tenemos mas fuerza que la de la sapiencia.  Por las dudas, porque nos nombran para no temernos y aun nos temen. Dan armas al mono por temer, no solo a nosotros, no solo al hambriento o al que sufre frío. Por temer a todo lo que sepa trascender de sus muy inestable fachada, también con ella deben hacer malabares, progresivamente se les hace mas inestable todo. No hay ser más peligroso que ustedes, señores del mundo superfluo. El miedo se les encarna en cada uno de sus capilares y les irrita la piel, hasta ese punto son seres de superficie.
            No teman: nuestra suerte esta en sus manos de titiritero, por ello no nos preocupamos. No teman, de todas maneras sale del río y como el río nos enseñó a abrirnos paso entre las piedras surcamos por debajo la cumbre sabiendo que luego nos espera otra gran laguna, donde los que salimos del cauce, como los que nuestro cauce madre seguimos, como aquellos que no atendimos a sus juegos, ni mesas. Como quienes supimos ver el cielo y ser lluvia y río a la vez, en la gran laguna descansamos algún día.



Nahuel, el 20 de diciembre de 2010.


         (Gracias a:   Antonin Artaud en su "Carta a Los Poderes"  1925)

II

Caballos del amanecer
amaneceres del fuego,
Del fuego saldrá tu nueva luz
y tal vez los libros quemes
para ya no entender más nada.

Te he escrito las veces que no conté
y en braza cubierta de cenizas te convertiste,
Hasta que algún milenario guardián
te remueva y renazcas.

Todas las maquetas que armaste
buscando el canto rodado
En pocos lugares esta.
En los anaqueles de vos.

Ya están catalizados los ecos
y ruidos nuevo de fulgor, violentos
urgan el aire, desgarran la tierra

Ya te hablo de cosas un poco más armadas,
Menos inocentes, más compactas.







Escrito el 16 de mayo de 2009, por otro de los pibes que fui, o quizás no.